Una vez en el pueblo tomamos un café mientras esperamos el autobús en el bar Tariquet. Cogimos el número uno hasta la parada de la Dune du Pilat. En el bus nos metieron como si fuéramos sardinas enlatadas y la hora de viaje se nos hizo eterna ya que hace infinidad de paradas.
La duna es preciosa, fantástica, no tengo calificativos, hay que verla*****. Vistas espectaculares al atlántico y al pueblo de Cap Ferre. El regreso también movidito, el autobús llego con retraso y nos hizo cancelar algunas visitas.
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